lunes, 13 de junio de 2011

¿Habrá elecciones en otoño?

Hoy nos hemos desayunado con la información desvelada por El Mundo y El País de que el PSOE se está preparando para el escenario de un adelanto de las elecciones generales a otoño de este año por parte del presidente del Gobierno. Parece que Zapatero está reconsiderando su postura de aguantar hasta el final, de agotar la legislatura, ante lo difícil de la situación. Su partido se ha llevado hace un mes el mayor batacazo de su historia en unas municipales, su crédito y popularidad están por lo suelos, las expectativas electorales no hacen sino empeorar, el efecto Rubalcaba no ha existido, la soledad del PSOE en el panorama político español es manifiesta, los líderes internacionales ya llaman más a Génova que a La Moncloa... La situación comienza a ser insostenible.

Pero, ¿qué es lo que ha hecho recapacitar a Zapatero? ¿Por qué empieza ahora a plantearse un adelanto electoral cuando hasta hace dos días era impensable que albergara en su cabeza una idea distinta a la de agotar hasta el final la legislatura? Hay dos hechos que creemos han sido claves a la hora de hacer dudar al presidente de qué le conviene más a España, al PSOE y a él mismo en este momento.

El primero es consecuencia directa de la debacle electoral del 22 de mayo. El Partido Socialista salió tocado y hundido de esos comicios y no solo porque perdiera casi todo su poder territorial. Tampoco porque buena parte de él pasara a manos populares. Lo más grave de todo ha sido el aislamiento, la soledad a la que ha sido recluida la formación fundada por Pablo Iglesias. Nadie ha querido asociarse al Partido Socialista tras las elecciones, todos los partidos y líderes se distancian cuanto pueden, evitan pactar con ellos, buscan cualquier alternativa antes de arriesgarse a un contagio del desapego social que sufre el PSOE. Ha sucedido en Cataluña, donde CiU y PP se han acercado y han llegado a acuerdos de gobernabilidad en numerosos sitios. Este entendimiento ha desbancado del poder al PSOE en Barcelona, Badalona, Castelldefels, Mataró, Reus, la Diputación de Barcelona y muchos otros municipios. Además, la alianza tiene todos los visos de mantenerse a medio plazo y ya se da por hecho que el PP apoyará los próximos presupuestos de la Generalitat que preside Artur Mas. No es aventurado ver tras estos movimientos el inicio de una alianza que puede afianzarse tras las próximas elecciones generales.

También en el País Vasco se ha recrudecido el enfrentamiento entre el PSOE y el PNV. La formación que preside Íñigo Urkullu ha preferido acercarse a los abertzales de Bildu que buscar acuerdos con los socialistas. Rechazaron de plano la propuesta que al alimón ofrecieron PSE y PP de unirse para evitar que Bildu gobernara en San Sebastián y en todos los municipios donde no tuviera mayoría absoluta, lo que provocó que los socialistas vascos acusaran al PNV de tener "un pacto encubierto y vergonzante" con los abertzales. La escenificación del mal momento por el que ahora pasan las relaciones entre los nacionalistas vascos y el PSOE la protagonizaba ayer mismo Rubalcaba, cuando responsabilizó al PNV de haber propiciado la llegada al poder de Bildu en muchos sitios. "Podrían haber tenido menos poder institucional si las cosas se hubieran hecho de otra manera", dijo el vicepresidente del Gobierno, apuntando de manera directa al partido de Urkullu.

Desde Izquierda Unida también se ha acentuado el distanciamiento con el PSOE, colaborando en su desalojo del poder de muchos ayuntamientos y llegando a pactar con el PP en 60 de ellos (45 de los cuales tendrán alcalde popular y 15 de la coalición de izquierdas). IU tiene la llave del poder en Extremadura y aún es una incógnita qué hará. El socialista Fernández Vara necesita los votos de los tres diputados de Izquierda Unida para continuar presidiendo la comunidad pero no está nada claro que vaya a contar con su apoyo.

La nominación de Rubalcaba como candidato no ha tenido efecto entre el electorado | S. Sáez

El segundo hecho al que hacíamos referencia como elemento de juicio que ha podido hacer recapacitar al presidente Zapatero es el nulo efecto que entre el electorado ha tenido la nominación de Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato a las próximas elecciones generales. A falta de que lo proclamen oficialmente, la ciudadanía ya sabe que el actual vicepresidente será el cabeza de cartel del PSOE y no parece haberse inmutado por ello. Todas las encuestas publicadas tras conocerse la noticia vaticinan una debacle similar o mayor para los socialistas que la que le aventuraban antes de saber quién sería su candidato. Sin duda, lo poco democrático de la designación ha influido negativamente. Sea como fuere, lo cierto es que Zapatero y el PSOE contaban con que el efecto Rubalcaba les hiciera levantar algo el vuelo y les dejara con posibilidades de remontar en la precampaña y la campaña. Toda vez que el efecto, si lo hay, es negativo, no parece tener sentido tampoco agotar la legislatura por esto.

Así que la situación se ha agravado aún más y la posibilidad de que haya elecciones en otoño empieza a vislumbrarse como algo más que posible. Antes del parón veraniego, el Gobierno afrontará dos votaciones clave en las Cortes que, de perderlas, podrían darle la puntilla definitiva. Una es la de la fijación del techo de gasto, primer paso de los Presupuestos Generales; la otra, la convalidación del recientemente aprobado decreto que reforma la negociación colectiva. Para ninguna de ellas tiene asegurado apoyos suficientes. Solo PNV o CiU pueden salvarlas y ya vemos cómo están ahora las relaciones con ambos partidos. Hoy mismo el presidente peneuvista, Íñigo Urkullu, ha afirmado que en su partido "trabajan" con el "escenario realista" de que habrá elecciones en noviembre. Por si fuera poco, desde Europa continúan apremiando al Ejecutivo para que continúe con las reformas y ya le recomendaron la semana pasada una subida de impuestos. Ni qué decir tiene cuál sería el efecto que tendría entre el electorado la adopción de más medidas impopulares. La sensación general es la de que cuanto más tiempo pase, cuanto más tarde sean las elecciones, peor le irá al PSOE...

lunes, 6 de junio de 2011

El último error de Zapatero

Con todo en contra, con la inmensa mayoría de los españoles desaprobando su gestión, con la aseveración de más la mitad de los que un día le votaron de que no volverán a optar por el PSOE en las próximas generales, con su rival Rajoy mejor valorado que él en las encuestas, con el Partido Popular a más de 15 puntos de distancia en intención de voto... A José Luis Rodríguez Zapatero las cosas no le podían ir peor al encarar el último año de su segunda legislatura. Su situación no parecía susceptible de empeorar. El batacazo en las autonómicas y municipales se daba por hecho, la toma de nuevas medidas de recorte impopulares y el avance en el proceso de reformas se vislumbraba como la única manera de evitar el rescate económico de España, y la incógnita de quién sería el candidato socialista en 2012 era la otra gran preocupación del, además de presidente del Gobierno, secretario general del PSOE.

Desde mayo de 2010, Zapatero ha renunciado a sus principios y ha emprendido el camino que la Unión Europea, Estados Unidos y los mercados le han venido imponiendo. El día en que anunció el primero de los dos paquetes de medidas de recorte en gasto social para evitar la quiebra y cambió Rodiezmo por Wall Street; el día en que la palabra spreed pasó de no estar en su vocabulario a ser la principal de sus preocupaciones; el día que dio portazo a su ideario, renegó definitivamente de sus convicciones y comenzó a desarrollar un programa en el que no cree; el día en que se alejó para siempre de la base social que le había llevado a La Moncloa... ese día Zapatero se quedó con una sola idea en la cabeza: la de inmolarse por su partido y su país, la de hacer de la recta final de su mandato un epílogo que lo retratara como sensato y responsable estadista, cuya altura de miras salvó a España del desastre. Él entonces ya tenía decidido no repetir como candidato y pensó que valía la pena la adopción de medidas y reformas impopulares que estaba seguro mejorarían la situación económica y cuya responsabilidad asumiría él plenamente, liberando a quien quiera que fuese su sucesor. Así maquillaría su empecinamiento en no reconocer la magnitud de la crisis, los "brotes verdes" y tantos y tantos errores a la par que evitaba que todo ello supusiera un lastre para el que viniera después.

Un sucesor cuyo liderazgo Zapatero imaginaba legitimado por el voto de las bases, elegido libremente por los militantes socialistas, como ya pasara con él en el XXXV Congreso. Así aseguró que se haría el mismo 2 de abril, el día que anunció que no se presentaba, cuando reclamó para el proceso de primarias que se abriría "pleno respeto y actitud leal con los tiempos; pleno respeto y actitud leal con el hecho mismo de la concurrencia de una diversidad de candidaturas, si se produce, y pleno respeto y actitud leal, por supuesto, con los resultados". Ya hemos visto que los hechos han quedado muy lejos de suceder así, de suceder como Zapatero quería, acorde con su ideario de "democracia bonita". Rubalcaba impuso su candidatura por la fuerza, no quiso someterse a unas primarias que podían privarle del poder y llevó a cabo un golpe que defenestró a Carme Chacón, la otra aspirante. Zapatero asistió como espectador de lujo a la maniobra del veterano político cántabro y acabó colaborando con él, una vez visto que los "rubalcabianos" iban muy en serio y amenazaban incluso con liquidar al propio presidente y secretario general, con tal de evitar las primarias e imponer a Rubalcaba. Entonces le recomendó a la catalana, la sucesora natural del zapaterismo, que se hiciera a un lado, que esperara a mejor momento para intentarlo. Y ella sucumbió, aunque no sin antes dejar claro que le habían apartado del camino contra su voluntad, con esa inaudita rueda de prensa en la que anunció su no presentación, denunciando el golpe dado por Rubalcaba: “En los últimos días hemos asistido a una escalada que ponía en riesgo la unidad del partido, la autoridad del presidente del Gobierno y secretario general, nuestra imagen como partido e incluso la estabilidad del Gobierno”.



Zapatero cometió su último error al renunciar también a esa sucesión que tenía diseñada en su cabeza, al aceptar la posición de su todopoderoso vicepresidente, quien ya manda más que él mismo. Tras haberle dado vicepresidencia primera, portavocía e Interior en la última crisis de Gobierno, el poder de Rubalcaba ha ido creciendo hasta oscurecer el del presidente y secretario general, cuya autoridad quedó definitivamente mermada el día que anunció que no se presentaría y que recibió el golpe definitivo tras la debacle electoral del 22 de mayo. A Zapatero las cosas ya se le habían ido de las manos, comprendió que la única manera de agotar la legislatura era nominando a Rubalcaba como candidato y no dudó en renunciar una vez más a sus ideas. Quizá se creyera que con el cántabro en el cartel las expectativas mejoraban, que el imposibilitar unas primarias puras evitaba una guerra interna por el poder y que realmente lo mejor para los intereses del PSOE era concurrir a las generales con Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato.

Nosotros creemos que no, que la distancia ya es insalvable y que nada ni nadie podrá evitar la derrota socialista en 2012. El cambio de ciclo iniciado el 22 de mayo se consolidará definitivamente en las generales y el PSOE a lo máximo a lo que aspira es a una derrota digna que no le deje sin posibilidades también para 2016. No estamos seguros de que Rubalcaba, nueve años mayor que el hombre al que va a suceder, pueda garantizar eso más que Carme Chacón y mucho menos que lo pueda hacer tras lo oscuro de su nominación. Toda España ha visto la evidencia de la maniobra, las malas artes empleadas para eliminar a su adversaria y quedarse con el poder. El 71% cree que la elección del cántabro ha sido fruto de un "dedazo". Ayer mismo Sigma Dos, en una encuesta publicada por El Mundo, y Metroscopia, en otra en El País, coincidían en sus resultados y daban al PP 13,8 puntos de ventaja sobre el PSOE, dejando en nada el "efecto Rubalcaba". Hoy es La Razón quien lleva en sus páginas otra encuesta nefasta para los intereses de los socialistas: NC Report eleva hasta los 15,7 puntos la ventaja popular.

Zapatero tenía la posibilidad de al menos maquillar su final con una sucesión limpia y democrática, coherente con los principios que un día pareció tener. Pero también a eso renunció. Igual que cambió a los sindicatos por los mercados, a sus compañeros de la Nueva Vía por la vieja guardia felipista y el pacifismo por el belicismo, dejó a un lado la "democracia bonita" para colocar al incombustible Rubalcaba al frente del timón. Cuando el daño ya está hecho y la tendencia es inexorable, bien podía haberse mantenido firme y al menos apostar por una honrosa sucesión, a la altura del ideario que se le presuponía.