viernes, 12 de agosto de 2011

Sobre la visita a España de Benedicto XVI

Por una vez y sin que sirva de precedente, voy a dedicar este blog a un artículo enteramente opinativo, dejando a un lado el estilo interpretativo que desde un primer momento ha regido mi modesto trabajo. Voy a extenderme sobre la visita que el Papa Benedicto XVI hará a Madrid la próxima semana y, más concretamente, sobre la actitud beligerante que parte de la sociedad española está teniendo contra la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud.

Lo primero que quiero señalar es que me sorprende la pequeñez de miras y la miseria moral de los que protestan y, en algunos casos, quieren o como mínimo les gustaría, boicotear la visita del Santo Padre. La JMJ son un acontecimiento mundial de primer orden, que llevan al lugar donde se celebran a cientos de miles de personas, que supone que durante esos días el foco de la actualidad mundial recae sobre la ciudad y el país que acogen el evento, que dinamiza económica y socialmente esa región... Es, en definitiva, una gran oportunidad de estar a la altura, de demostrar que se es capaz de organizar un macroevento de esas características (solo a la altura de las grandes competiciones deportivas, como los Juegos Olímpicos o el Mundial de Fútbol), de aprovechar la ocasión para que el mundo entero admire la capacidad de gestionar un acontecimiento así.

Sin embargo, a determinada parte de la sociedad le pueden más las fobias, la ideología y el radicalismo y prefiere aprovechar la oportunidad para hacer gala de unos ideales que en realidad solo son aversión a una religión, la católica, que es la cuna de nuestra civilización y de la cual se declaran seguidores más del 70% de los españoles. Tengo para mí que es este hecho el que más les revienta, que son incapaces de soportar que cientos de miles de personas (¡y encima jóvenes!) dediquen una semana de agosto a ir a ver al Papa, a confesarse en el Parque del Retiro y a rezar en familia. Subyace de este comportamiento un odio anticlerical que se disfraza de veleidades laicistas, reclamando que no se debe dar ninguna facilidad ni ningún apoyo a un evento religioso, puesto que nuestro Estado es aconfesional y su imparcialidad en estos temas ha de ser absoluta. Olvidan que España es un país, si no católico por esa aconfesionalidad que la Constitución reconoce, sí de católicos y, como tal, debe atender y apadrinar la visita de la cabeza visible de la Iglesia, que además es un Jefe de Estado. Pero, como dije antes, esa responsabilidad de tomar parte no debe venir de la realidad católica de nuestra nación, que también, sino por encima de todo de la extraordinaria oportunidad que se nos brinda de acoger un acontecimiento mundial de primer orden.

El argumento que más (y diría que únicamente) emplean quienes se oponen a que se apoye y financie desde los órganos administrativos públicos la JMJ hace referencia al sensible aspecto económico, sabedores como son de que a los españoles todo lo que sea que nos toque el bolsillo nos pone en guardia ipso facto. Arguyen que la visita papal nos supondrá un coste para el erario intolerable, máxime en el contexto de cuasi ruina económica en que España se haya. Una vez que la organización ha demostrado ya que la financiación del evento correrá a cargo de los jóvenes en un 70% y de entidades privadas en otro 30%, las protestas se han orientado hacia las medidas de logística tomadas por las diferentes administraciones, necesarias para que el acontecimiento pueda desarrollarse. Critican que vaya a cerrarse al tráfico el Paseo del Prado y la Gran Vía (muchos de los que protestan por este particular, por cierto, son los mismos que colapsan las principales arterias de Madrid cuando lo creen conveniente para dar a conocer sus opiniones sobre el sistema), contra la oferta de alojamiento hecha para los cientos de miles de peregrinos que requieren de un techo donde cobijarse durante estos días y contra otras medidas, como el descuento que tendrán en el uso del transporte público de la capital. Italia, cuando acogió en otra ocasión la JMJ, ofreció que lo usaran gratuitamente. Es solo un ejemplo.

Imagen de la última JMJ, ceñebrada en Sidney en el año 2008.

Es curioso comprobar la seguridad y la vehemencia con la que reclaman que no se destine dinero público a financiar el evento. "El dinero de todos", suelen decir cuando lo argumentan. Como si los católicos no fueran contribuyentes igual que ellos, como si la manera de invertir el dinero público dependiera de lo que dice una minoría, porque los no católicos en España es lo que son: una minoría. ¿O acaso pretenden que haya unanimidad para aprobar cada partida presupuestaria? ¿Se imaginan lo que eso supondría? ¿Cuántas de las subvenciones que el Gobierno da a partidos políticos, sindicatos y demás organizaciones gozan de un respaldo popular como el que tendría una hipotética financiación de la visita del Papa? Por poner un ejemplo: en España hay una coalición política que no condena los atentados de ETA ni exige su disolución y que controla 123 ayuntamientos, tiene 1.138 concejales, 7 diputados regionales y 45 junteros, además de presidir una Diputación Foral. Echen cuentas a ver la cantidad de "dinero de todos" que se llevan, piensen a qué lo destinan y, finalmente, calculen el apoyo social que esto puede tener. Luego, busquen en Google a ver cuántas veces se han quejado de ello los "indignados", Europa Laica y demás colectivos que ahora que el Papa nos visita se muestran tan puntillosos con la gestión económica. Ruego compartan conmigo los enlaces que yo no he sido capaz de encontrar.

De lo que no se quejan es de los 100 millones de euros que la JMJ dejarán en nuestro país, ni de los 30 que las arcas del Estado recaudarán directamente por la vía del IVA. Solo se quejan de que las empresas que lo financian tendrán un descuento en el Impuesto de Sociedades. Sobre los números del movimiento 15-M todo lo que un servidor conoce es el dineral que costó limpiar la Puerta del Sol tras su acampada en esa plaza, nada he oído de los beneficios que ha podido generarnos su actividad. Si el Estado financia la Expo, los numerosísimos acontecimientos deportivos que cada año se celebran en España, el desfile del Orgullo Gay y tantos otros acontecimientos que no suponen ni una pequeña parte de la rentabilidad que tendrá la JMJ, cómo no va a apoyar (que no financiar, puesto que directamente no se da ni un duro, conviene no olvidarlo), la visita de la cabeza visible de la religión que profesan la inmensa mayoría de españoles, que además supone ser el centro del planeta esos días y que, por si no es poco, dejará unos ingresos millonarios en nuestra maltrecha economía. Cuánta pequeñez de miras, cuánta miseria.