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jueves, 19 de febrero de 2015

El ala oeste de La Moncloa

Son los hombres del presidente. Personas que viven entre las bambalinas del poder, cocinando la estrategia política del Gobierno y ayudando a tomar las decisiones que marcarán el devenir de España, aunque sus rostros permanecen desconocidos para el gran público. La atención mediática la copan el jefe del Ejecutivo y sus ministros, si bien alrededor del primero, en el complejo donde también desarrolla su actividad la vicepresidenta con más poder de la democracia, trabajan profesionales cuyo juicio puede determinar en última instancia no ya cómo se presente tal medida o se explique cuál viraje en el rumbo del gabinete, sino qué agenda legislativa se impulsará a medio plazo, cuál será el calendario de actividades públicas de Mariano Rajoy o en qué fecha se convocarán las próximas elecciones.

jueves, 25 de diciembre de 2014

El tiempo nuevo del rey Felipe

Se esperaba con mucha expectación el primer discurso de Nochebuena de Felipe VI. Las altas expectativas son siempre el peor enemigo para alguien que quiere impresionar, como es evidente que pretendía anoche el Monarca. Es mucho más sencillo superar unas expectativas discretas (como hizo Rajoy en el debate electoral de 2011) que cumplir con las altas (se tenía a Miguel Arias Cañete por un político más consistente que Elena Valenciano y salió escaldado del cara a cara de la campaña europea). Otro hándicap adicional que el Rey debía salvar era el procesamiento de su hermana por delitos fiscales dos días antes. Circunstancias adversas, pues, las que afrontaba un Jefe del Estado que pretende ser símbolo y cabeza de la regeneración política e institucional en España. ¿Superó la prueba? Sobre el fondo de lo que dijo cada uno tendrá su opinión, condicionada por su ideología y prejuicios y su capacidad para alejarse de ellos a la hora de valorarlo. Sobre las formas, cabe dar algunas pinceladas:

martes, 15 de octubre de 2013

Rajoy, ¿presidente de un solo mandato?

"Cuando la gente cree que te estás muriendo, en realidad ya llevas tiempo muerto". Esta sentencia que pudimos escuchar en un episodio de Boss -recomendable serie, pese a sus altibajos- resume a la perfección una de las máximas incontrovertibles de la política: cuesta un mundo ganarse la confianza del electorado y muy poco perderla; y, cuando la pierdes, ya es prácticamente imposible recuperarla. Al llegar a lo más alto, a la jefatura de un Ejecutivo nacional, el desgaste suele ser inevitable y la acción de Gobierno, con los años, va pasando factura, favoreciendo la alternancia en el poder. Puede haber excepciones, claro, y para evitarlas basta con limitar los mandatos por ley -como en Estados Unidos- o por costumbre -como en España: tras el ejemplo de Aznar y Zapatero, parece improbable que un presidente pueda durar ya más de ocho años-.

Sin embargo, la pérdida de la hegemonía por parte de un partido y su líder suele comenzar en la segunda legislatura. Lo normal tras ganar unas elecciones generales es consolidarse y seguir creciendo, logrando con relativa facilidad la reelección, ya que no es tan fácil que la gente cambie su adhesión. En nuestro país, el proceso suele culminarse con la inmolación del presidente de turno que, aquejado de lo que dio en llamarse síndrome de la Moncloa, se encierra en sí mismo, se niega a escuchar a nadie y toma las decisiones por libre, sin reconocer error alguno. Sin embargo, lo que ahora está ocurriendo es absolutamente novedoso: Mariano Rajoy logró en noviembre de 2011 la victoria más contundente en la historia del centro-derecha español y, apenas tres meses después, comenzó a perder masivamente apoyos, hasta llegar a la situación actual. Las encuestas -el último CIS; la última de Metroscopia- sitúan hoy a su partido 10-12 puntos por debajo que hace dos años, algo imposible de revertir a corto plazo. ¿Cuáles son las causas? Creemos que fundamentalmente tres:

Rajoy, en la imagen junto a Cospedal, ha sufrido un gran desgaste en tiempo récord. | EFE
1) Rajoy no ganó las elecciones por su carisma ni por su liderazgo, tampoco porque el proyecto de su partido generara una ilusión desbordante. Se impuso por la tremenda descomposición de su rival, el PSOE de Zapatero y Rubalcaba, que experimentó un hundimiento espectacular del que veremos si algún día se recupera. Así las cosas, la única alternativa era el PP, a quien ayudó el hecho de ser recordado como el partido que salvó la anterior crisis económica y el gran logro de seguir aglutinando a todo el centro-derecha bajo su paraguas en 2008. La inercia determinó el resultado. Sin embargo, una victoria así tiene el gran punto débil de que se logra por deméritos ajenos más que por méritos propios y si a corto y medio plazo no cumples las expectativas, la fuga de apoyos será inexorable. El millón de personas que en tres años pasó de votar PSOE a votar PP -otro hecho inaudito en nuestra democracia- era potencialmente infiel.

2) El Gobierno del PP desarrolló desde su primer Consejo de Ministros un programa que poco tenía que ver con el que concurrió a las elecciones. Esto supone perder credibilidad a chorros, sobre todo cuando no eres capaz de diseñar un discurso que explique con claridad por qué haces lo que estás haciendo. No tienen más que charlar con cualquier simpatizante o militante del PP: están huérfanos de argumentos, de relato, de respuestas. Estos le seguirán votando, claro, pero difícilmente podrán sumar adeptos en estas circunstancias. El PP está desaprovechando el enorme potencial de tener 700.000 militantes a la par que pierde crédito.

3) El sistema político español está en crisis. La devaluación de todas las instituciones y el progresivo desapego de los ciudadanos hacia ellas es palpable y continuo desde hace años. En los últimos meses se ha pronunciado aún más y los grandes perjudicados por ello son los dos grandes partidos, hacedores principales del sistema que tenemos y que tantas críticas genera. PP y PSOE pierden fuerza por esto, en favor de las opciones hasta ahora minoritarias y de la abstención. Ambas plataformas, que no hacen nada por adaptarse al cambio de paradigma, apenas superarían hoy el 60% de los votos, frente al 73% de 2011 o el 84% de 2008.

¿Tiene margen de maniobra el PP? Siempre se pueden hacer cosas. Hoy por hoy sigue siendo el partido que lidera los sondeos y el que gobierna con una cómoda mayoría absoluta. Esta es ya imposible de revalidar y su objetivo debe ser alcanzar el 40% de los votos, lo que le daría más de 150 escaños y haría muy difícil un cambio de Gobierno. El PSOE, igual o más debilitado que en 2011, tendría que tejer una compleja alianza con muchos partidos muy alejados entre sí para evitarlo. ¿Cómo llegar a esa cota? En primer lugar, presentando un candidato distinto y, en segundo, emprendiendo una campaña de cohesión y movilización de su masa electoral. Se trata de aglutinar los mismos apoyos que cuando Zapatero ganó por segunda vez, ni más ni menos. Rajoy, sin entrar a valorar su gestión ni su capacidad, es ya un político achicharrado, la gente cree que se está muriendo y eso es porque ya es un cadáver político. Si lo asume y deja paso, siempre podrá vender que se sacrificó por España y por su partido, asumiendo el coste de las medidas impopulares que la situación requería. 

Aznar, junto a San Gil el lunes en San Sebastián. | A. Press
El PP necesita un cambio de aires que ilusione a los suyos -para arrebatar adeptos a los demás no hay tiempo- y logre el cierre de filas que necesitan. Los movimientos de algunos de los barones autonómicos y las calculadas reapariciones de Aznar no son casuales, ya hay muchos convencidos de esto. El viento favorable de la recuperación económica que empieza a vislumbrarse puede ser el punto de partida, pero sería un gran error fiar todo a ello. Sus efectos palpables tardarán en llegar y, si siguen sin explicar nada, el efecto será nulo. El encargado de transmitirlo tiene que ser alguien a quien la gente vaya a escuchar, un cartel nuevo y con tirón (analizaremos las distintas alternativas en próximos posts). Rajoy -como Rubalcaba- no da el perfil. Si se empeña en presentarse por cuarta vez, cosa que creemos poco probable, se hará un flaco favor a sí mismo y al PP. Porque parece ya decidido que será el primer presidente español de un solo mandato.


miércoles, 4 de enero de 2012

El inquietante inicio del Gobierno Rajoy

Nueve días. Ese es el tiempo que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, tardó en incumplir su mayor promesa electoral y en legislar en contra del precepto básico de la política liberal que él y su partido aseguran defender. El Ejecutivo del PP no solo llevó a cabo la segunda mayor subida de impuestos de la historia (solo Zapatero aumentando el IVA y eliminando la deducción de los 400 euros le superó en volumen de ingresos previsto), sino que emprendió una reforma fiscal progresiva, en la que las clases medias se llevan, de largo, la peor parte. Un tercer factor redondea la jugada: el anuncio de la medida se hizo mediante el populista discurso que tanto criticaban en la oposición: "que pague más el que más tiene". Como muy bien ha expresado David Gistau, Rajoy ha confundido la disposición al sacrificio de quienes le votaron con la disposición a ser engañados.

De ningún modo puede valer como excusa el haberse encontrado con un déficit dos puntos superior al previsto, puesto que ese desfase era algo que en el PP conocían. Contaban con ello desde hace meses, contaban con ello en la campaña en la que prometieron no subir impuestos y contaban con ello en el debate de investidura donde Rajoy anunció que el ajuste sería de 16.500 millones, sin matizar suficientemente que ese solo sería el principio, dado que era muy posible que el déficit público superara con creces el 6%. El hecho de que se haya ensalzado hasta la saciedad lo "modélico" del traspaso de poderes, el que Rajoy y Zapatero hagan gala ahora de una sobrevenida e infranqueable amistad, el que el presidente entrante despidiera al saliente con un generoso "acertó y se equivocó, como todos" o el que se condecore con la Cruz de Isabel la Católica al Gobierno socialista son solo algunos indicios de cuán paniaguado estaba todo y cuán grande fue el engaño pergeñado por los vencedores de las elecciones y por el Ejecutivo saliente, que hasta hace bien poco también aseguraba con inusitada firmeza que se cumpliría el objetivo de déficit, e incluso que había 4.000 millones de margen.

De Guindos, Santamaría, Montoro y Báñez anunciaron las medidas el 30 de diciembre.

La excusa del despilfarro autonómico tampoco vale. No vale para el Gobierno del PP porque su partido controla la mayoría de las comunidades y algo sabría ya de cómo estaban las cuentas hace unas semanas. Y no vale para los socialistas porque el déficit del Estado ha superado en 3 décimas lo previsto y la Seguridad Social ha acabado el año en números rojos pese a que el Gobierno del PSOE esperaba un superávit del 0,4%.

Es obvio que Rajoy y su Gobierno han optado por tomar todas las medidas que creen necesarias desde el primer momento, sin que les tiemble el pulso, con el objetivo de transmitir firmeza a los mercados y a los ciudadanos españoles. Se la juegan en la primera parte de la legislatura sabedores de que una recuperación de la economía a partir de 2013, con un importante ritmo de creación de empleo, calmará al electorado que previamente podría haberse enfurecido no solo por la dureza de esas medidas sino, insistimos en que esto es lo relevante, por el engaño manifiesto del PP. Es obvio que el Ejecutivo acaba de empezar a rodar y goza aún de todo el crédito por parte de quienes le votaron, pero haber arrancado con un gesto así puede precipitar la erosión de esos cuatro ministros que anunciaron las nuevas y del presidente del Gobierno. Este jueves vendrá el segundo capítulo del plan de ajustes, seguramente con privatizaciones y supresión de empresas públicas. Y de aquí a marzo, cuando se aprueben los Presupuestos de 2012 (puede que con una subida del IVA, dando otro revés a la coherencia del PP), será un no parar. Lo del viernes 30 fue solo "el inicio del inicio", como dijo la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, pero de este Gobierno se esperaban profundas reformas de cuyo desarrollo aún sabemos poco. La del mercado de trabajo y la del sector financiero son las que más urgen y en ello están ya Báñez y De Guindos. Si no llegan pronto y no empiezan pronto a desarrollar el programa reformista que abanderaron, su crédito se irá diluyendo. No decimos nada si a ello suman una gestión contraria a la antes defendida, una profunda recesión en el primer semestre del año o las contradicciones, desautorizaciones y multiplicidad de voces que se están produciendo en el seno del Gobierno en este inicio de legislatura.




miércoles, 5 de octubre de 2011

Elecciones 20-N: Tres escenarios posibles

El otro día tuvimos ocasión de departir un rato con uno de los mayores expertos en demoscopia y comunicación política de España, sino el mayor. En la charla salió el tema, como no podía ser de otra manera, de las elecciones generales del 20-N, de lo que creíamos que iba a pasar y de cuál era nuestro pronóstico. El gurú en cuestión planteó tres escenarios como susceptibles de poder darse el día de los comicios. Creemos que es de interés compartir sus tesis con los lectores de La Bitácora:

A- El primer escenario posible es que el Partido Popular de Mariano Rajoy logre más de un 44% de los votos. Ese resultado (que se correspondería con la situación actual) le daría a los populares la mayoría absoluta y el reparto estimado de escaños sería el siguiente: PP, 180; PSOE, 130; CiU, 14; IU, 12; UPyD, 4.

B- La segunda posibilidad sería que la situación se ajustara un poco, el PP descendiera algo en su intención de voto y el PSOE mejorara sus pobres expectativas. El resultado sería el siguiente: PP, 170-174 escaños; PSOE, 140; CiU, 14; IU, 8; UPyD, 4. Esta opción es la elegida por el experto del que hablo. Está convencido que este será el resultado aproximado el 20-N.

C- Un tercer escenario sería el resultante de una bajada importante en las expectativas del PP y una subida considerable del PSOE, algo similar a lo que sucedió en las elecciones de 1996. Si esto se produce el reparto de escaños quedaría: PP, 160; PSOE, 150; CiU, 14; IU, 10; UPyD, 4. En esta situación, Rubalcaba estaría en posición de pelearle la Presidencia del Gobierno a un Mariano Rajoy que necesitaría el apoyo de CiU y probablemente de algún partido más, como UPyD o CC, para poder llegar a La Moncloa.

Nuestra postura está más cercana al primer escenario, creemos que la victoria del PP será contundente y la derrota del PSOE, considerable. Incluso manejamos un cuarto escenario: que los populares ganen aún por más de lo que se prevé y consigan una cifra de escaños cercana a los 190, con un PSOE en torno a los 120 diputados. Es difícil que ocurra pero no creemos que lo sea menos el que la diferencia entre ambos partidos sea de 10 escaños, como pronostica el tercer escenario. Así se lo razonamos al gurú demoscópico, que nos lanzó una apuesta que aceptamos: el resultado final será el segundo; nosotros, apostamos por el primero. ¿Cuál es vuestro pronóstico?

lunes, 23 de mayo de 2011

Conclusiones Elecciones 2011 (I): ...Y la derrota fue total

Desastroso, funesto, calamitoso, catastrófico... Podemos ponerle todos los adjetivos que queramos al resultado cosechado ayer por el PSOE y, aún así, nos quedaríamos cortos. Jamás se había visto nada igual. Las elecciones autonómicas y municipales se saldaron con una victoria rotunda y absoluta del Partido Popular y, sobre todo, con un severo correctivo para el Partido Socialista, que se hundió más aún de lo que las encuestas predecían, obteniendo un ínfimo 27,79% de los votos globales. No hace falta decir que es la peor cosecha del partido en democracia, incluyendo las elecciones generales. En las de 1977, las primeras que ganó Adolfo Suárez, obtuvo el respaldo del 29,32% de los electores. Hasta ahí hay que remontarse para encontrar el segundo peor dato del PSOE en unos comicios.

José Luis Rodríguez Zapatero fue para su partido capaz de lo mejor (desbancar al PP de los cinco millones de puestos de trabajo creados, el que logró meter a España en el euro) y ahora lo es de lo peor: llevarle a la mayor debacle electoral de su historia reciente. Y es que a nadie se le escapa que en su persona se centra gran parte de la culpa de este fiasco. Durante años fue haciendo su marca personal más importante que la del partido, su figura creció hasta el punto de que ya no era Zapatero del PSOE, sino que el PSOE era de Zapatero. El progresivo derrumbe que su credibilidad ha venido sufriendo con la gestión de la crisis económica ha arrastrado al partido y lo ha hundido en un pozo del que le costará mucho salir. De nada sirvió que el pasado 2 de abril anunciara su retirada. El presente y el futuro del Partido Socialista es ciertamente desolador.

Rodríguez Zapatero y el PSOE vivieron ayer su peor noche electoral | adn.es
En ninguna de las 13 autonomías que ayer celebraron elecciones consiguió el PSOE ser la fuerza más votada. Tampoco en Ceuta ni en Melilla. De las cinco comunidades que gobernaba tan solo podrá conservar Extremadura (y pactando con Izquierda Unida). Desalojado en noviembre de la Generalitat catalana, la lehendakaritza vasca y Andalucía quedan como los últimos bastiones del socialismo. El futuro en ambas regiones también pinta negro para el partido fundado por Pablo Iglesias, que ve como caen uno a uno todos los barones autonómicos. El presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, es el último mohicano de la estirpe. Su figura, la única que el tsunami electoral deja en pie, crece tras los comicios.

Especialmente dura fue la derrota en Sevilla, la cuna de Felipe González, Alfonso Guerra y Manuel Chaves. El PP sacó 20 puntos de ventaja al PSOE y se adjudicó 20 de las 33 concejalías. Este resultado y el de Castilla-La Mancha son la escenificación del resultado. También la número dos del PP, Dolores de Cospedal, derrotó a Barreda en la batalla clave de las elecciones. Su victoria es la de Rajoy, que apostó fuerte por esta comunidad y que colocó allí a su principal valuarte. La ola de cambio inundó España entera: el PP fue el partido más votado en 41 de las 52 capitales de provincia, mientras el PSOE solo venció en 5. El dato es tremendo. De los 23 ayuntamientos capitalinos que controlaba, solo podrá seguir haciéndolo en 9. Decíamos en la previa de la campaña que una victoria por 6-8 puntos del PP y un vuelco significativo en las ciudades (conseguir 29-30 ayuntamientos) sería una victoria total. El resultado fue mucho más contundente. Se alcanzaron cotas inimaginables.

La plana mayor del PP celebra la victoria anoche en el balcón de Génova 13 | elmundo.es
El PP obtuvo ayer 550 mil votos más que en 2007, unas elecciones que, hay que recordar, ya ganó. Con un 37,54% de los votos, batió su mejor marca en unos comicios municipales, fijada precisamente hace 4 años. Solo el PSOE de Felipe González en 1991 (38,34%) y en 1983 (43,7%) quedan por encima de esa marca. Los populares gobernarán en solitario en 33 de las 52 capitales de provincia españolas, cuando hasta ayer solo 22 tenían alcaldes del PP. Además, se tiñen de azul las autonomías de Baleares, Cantabria, Aragón (donde Luisa Fernanda Rudí necesitará el apoyo del PAR), la mencionada Castilla-La Mancha y, por primera vez, Canarias (aquí los pactos serán clave, cualquiera puede gobernar). También se consolidan, más aún, los feudos populares de Madrid, Comunidad Valenciana, Murcia, Castilla y León, La Rioja. Cómo estarán las cosas que lo peor para el partido de Rajoy será tener que pasar por el aro de investir a Cascos presidente de Asturias.

El resultado de ayer es la antesala de lo que sucederá en 2012. Ya es prácticamente imposible un escenario que no sea una gran victoria del PP en las próximas generales. Incluso la mayoría absoluta de Rajoy se empieza a atisbar ya como inexorable. El PSOE ayer se la jugaba, debía salvar los muebles mínimamente, lograr una derrota digna para afrontar las primarias en una situación menos mala. Ahora ya la lucha fratricida entre Rubalcaba y Chacón será un hándicap más para un partido que se encamina hacia la refundación. La campaña se desarrolló como al PP más le interesaba, en clave nacional, ante la incapacidad del PSOE para evitarlo, para colocar cualquier mensaje. No se explotó el apoyo de Rajoy al imputado Camps, por ejemplo. Por último, las protestas del movimiento 15-M acabaron por sentenciar al PSOE, poniendo en primer plano el descontento social, afianzando a los desencantados de Zapatero, creando un grave problema que gestionar al Gobierno y enterrando el debate local. Todo le salió mal al PSOE; todo le vino rodado al PP. La cara y la cruz del panorama político actual.

domingo, 30 de enero de 2011

Zapatero coge aire y Rajoy salta a la arena

Pese a que hace tan solo unos días parecía imposible, al final el Gobierno ha llegado a un acuerdo con los sindicatos para la reforma de las pensiones. Se trata del primer pacto social de la legislatura (al que también se han sumado la patronal y la "disposición favorable" del PP), en uno de los temas en los que parecía más complicado: ampliar la edad legal de jubilación hasta los 67 años. El Ejecutivo ha cedido en puntos clave (más de la mitad de los trabajadores podrán jubilarse con la pensión máxima a los 65) pero ha logrado el objetivo. Es cierto que los sindicatos tenían poco margen de maniobra, que una segunda huelga general tenía todos los visos de fracasar aún más que la del pasado 29 de septiembre, pero no lo es menos que el acuerdo es un gran logro político, toda vez que la guerra abierta con las centrales sindicales desde hace un año parecía hacer imposible cualquier acuerdo social y más en un punto en que los sindicatos se mostraban tan inflexibles. El Gobierno lo ha logrado, se apunta un buen tanto (que falta le hacía) y respira un poco. Al menos con esta reforma no creará un conflicto social, no sufrirá un excesivo desgaste entre el electorado de izquierdas. Ahora queda que la reforma satisfaga a los mercados, que la UE y nuestros acreedores se la crean, que las cesiones de última hora no supongan un lastre ni dejen la impresión de que el Gobierno se ha quedado a medias. La visita de la canciller alemana Angela Merkel de este jueves será determinante para dilucidar este aspecto.

El presidente del Gobierno, entre los líderes de UGT y Comisiones Obreras

Y mientras tanto, en la otra orilla de la política española, el PP se ha quedado un poco en fuera de juego ante un pacto con el que casi nadie contaba. Han reaccionado sumándose al consenso (tampoco les quedaba otra, nadie entendería que se hubieran quedado fuera de la foto del acuerdo Gobierno-sindicatos-patronal), aunque bien es cierto que la reforma final incluirá gran parte de las reivindicaciones que los populares venían planteando. Como el encaminarla a que la gente deje de jubilarse masivamente a edades tempranas más que a retrasar la edad legal, por ejemplo.

Por otra parte, en Génova siguen lanzados por el revulsivo que para ellos supuso la convención de Sevilla del pasado fin de semana y más seguros que nunca de sí mismos. Se saben ganadores de las elecciones y ahora parece que han decidido que es el momento de ir a por la mayoría absoluta. Que lo tienen demasiado cerca y que el PSOE está ya tan amortizado que casi se ven en la obligación de ir a por todas. Así, han dado un paso más: el de intentar combatir el tan manido recurso de que su labor de oposición se limita a decir lo mal que van las cosas, pero nunca va más allá, nunca hay propuestas de ningún tipo por parte del PP. Saben que este mensaje ha calado en la sociedad, que la mucha gente lo cree real y consideran que supone un lastre para su definitivo despegue.

Por ello, han decidido asumir riesgos y empezar a contar cuáles son sus planes, qué haran cuando lleguen al poder para sacar a España de la crisis. En la anterior entrada ya dijimos que hubiera sido un magnífico colofón a la exitosa convención de Sevilla que Rajoy la clausurara con una batería de propuestas concretas, que centraran el debate político y lo colocaran definitivamente como una alternativa real y de garantías. No lo hizo y lo entendimos: para qué jugársela ahora que están a 15 puntos del PSOE en las encuestas, no le hace demasiada falta.

Mariano Rajoy en un momento de su entrevista con Gloria Lomana en Antena 3

No sabemos qué les habrá hecho cambiar de estrategia pero lo cierto es que lo han hecho: el PP, por primera vez en la era Rajoy, está tomando realmente la iniciativa y ya empieza a contar a los ciudadanos cuál es su programa, qué va a hacer cuando gobierne. Se ha olvidado por completo de Zapatero y su gobierno y ha asumido un discurso responsable, de crítica constructiva y evitando el catastrofismo. En la entrevista concedida el pasado domingo a Antena 3, el líder del PP ya concretó mucho más de lo que en él es habitual pero su destape definitivo ha llegado este domingo, en una extensa entrevista que Casimiro García-Abadillo le hace en El Mundo. El eje del diálogo lo forman las medidas que el Gobierno del PP tomará cuando releve al socialista en el poder (podéis ver y votar las diez propuestas estrella aquí). De hecho ese es el motivo de las tres entrevistas que el mencionado diario y VEO 7 le realizan estos días: examinar sus propuestas. Mañana lunes se publicará la segunda parte de la entrevista en el periódico, dedicada a las medidas políticas que los populares adoptarán si llegan a La Moncloa, y el martes en "La vuelta al mundo" Pedro J. Ramírez le someterá al "examen oral" definitivo.

Parece obvio el cambio de estrategia, el salto cualitativo que el PP pretende dar. Asume el riesgo de que sus propuestas centren el debate y se expone a la crítica. Pero es que a Rajoy ya no le vale con ganar. Quiere lograr 176 diputados para poder desarrollar su programa plenamente y sin depender de nadie. Veremos qué resultado le da.

lunes, 24 de enero de 2011

La Convención de Sevilla, el trampolín del PP

El Partido Popular ha monopolizado informativamente el fin de semana. Su Convención Nacional, celebrada en Sevilla de viernes a sábado con el objetivo de lanzar la precampaña de las elecciones autonómicas y municipales de mayo, ha sido el gran acontecimiento, seguido por todos los medios. Los populares la planteaban como el cónclave de la unidad, queriendo utilizarlo para dar una imagen de partido serio y preparado para gobernar, en medio de la ola de euforia que viven, generada por las encuestas que les pronostican una clara victoria en los próximos comicios de mayo y, sobre todo, en las próximas elecciones generales.

Bajo nuestro punto de vista, lo han conseguido. La convención creemos que ha sido un éxito de planificación y desarrollo, con muchos y variados aciertos y, sobre todo, consideramos que se ha conseguido el objetivo propuesto: el de dar la imagen de partido de estado con altura de miras. Ha sido un gran acto de márketing político.

El primer acierto ha sido la elección de la sede: Sevilla. Que haya sido en la capital andaluza donde se haya reunido el PP al completo para lanzar su programa de gobierno (porque eso es lo que hizo Rajoy ayer, en el acto de clausura) ha sido todo un aldabonazo para las aspiraciones de Javier Arenas, presidente de los populares andaluces y que, según los sondeos, está muy cerca de arrebatar al PSOE el Gobierno de la comunidad por primera vez en democracia. El PP sabe que de lograrlo sería algo histórico, que llevaría a su partido rival prácticamente a la refundación, y no quiere dejar pasar la oportunidad.

El segundo acierto, a nuestro entender, ha sido el eslogan empleado: "Puedes confiar". Una frase corta, en segunda persona del singular y con invitación al optimismo. Tres en uno: fácil de recordar y de entender, que cala; personalizada; y, lo más importante, desacreditando el sambenito que constantemente se le impone al PP: el de que es un partido tremendista, con mensajes negativos. Ése eslogan lo combate.

Mariano Rajoy saluda al auditorio tras concluir su discurso de clausura, ayer en Sevilla | AFP

Otro acierto creemos que ha sido el formato de intervención de los ponentes: sentados en sillas dispuestas circularmente, como charlando, muy a la americana. Daban imagen de cercanía, de normalidad, de seguridad en sí mismos. Solo las intervenciones principales, realizadas desde el atril, se saltaron ese mecanismo. Un buen tanto.

El cuarto acierto, menor porque ha trascendido poco, consideramos que ha sido el centrar la convención en las nuevas tecnologías (la "wikiconvención"). Es una muestra de modernidad (contra el mencionado sambenito del anacronismo) y de estar a la última, cercano a la realidad. Es la era de internet, de las redes sociales, de la revolución tecnológica, y la batalla ya se libra en gran parte ahí, en la red. El PP hace bien en darle importancia a este aspecto tan crucial.

Por último, el discurso de clausura de Mariano Rajoy fue un gran acierto en sí mismo, un broche dorado para una convención casi perfecta. El presidente del partido adoptó un tono presidencialista asombroso. Centró su speech en desgranar lo que hará cuando llegue al Gobierno: empleo, economía, educación, terrorismo, justicia... Tocó todos los palos, parecía su discurso de investidura como Jefe del Ejecutivo. Al actual presidente, ni lo nombró. Tan solo se refirió a él en una ocasión, cuando reivindicó la garantía de buen hacer que representa su partido: "todos tenemos buenas intenciones pero no todos podemos acreditar una gestión capaz de hacerlas realidad, y si no que se lo pregunten a quien ha hecho el mayor recorte social de nuestra historia", sentenció un crecidísimo Rajoy. Hasta ahí llegaron las alusiones a quien se supone que es su rival político.

Pero Mariano cree que ya no hay rival. Que ni siquiera Rubalcaba (el gallego dijo estar "convencido" de que el vicepresidente será el candidato del PSOE) tendrá nada que hacer tras la ola azul que está seguro bañará el mapa autonómico español tras el 22-M, que cree será lo que le catapulte definitivamente a La Moncloa. Y habla como si ya estuviera allí, asumiendo un discurso optimista y conciliador: "España no es un caso perdido y no se resigna. Podemos hacerlo y lo vamos a hacer con toda la nación. A nadie le preguntaremos de dónde viene".

Quizá le faltaron propuestas concretas, materializar esos grandes retos que se propone. Pero también es verdad que no le hace falta: está a más de 15 puntos del PSOE y no le conviene abrir un debate ahora sobre las medidas que tomará cuando gobierne. Lo que le viene bien es que se siga hablando de los millones de parados y de lo mal que está la economía.

El único lunar que le vemos a la convención son las salidas de tono que ha habido en algunas ocasiones. Como la de Jaime Mayor Oreja, identificando al PSOE como el partido que "abraza la cultura de la muerte". Un discurso duro ahora no le conviene al PP. Puede despertar así al dormido electorado de izquierdas, descontento con Zapatero y que tiene pensado castigarle quedándose en casa. Buena parte de la gran ventaja popular en los sondeos proviene de ahí y cuidar eso va a ser la clave de si ganan por más o ganan por menos. Porque la victoria parece cantada.

En definitiva, el PP se planteaba la convención como un trampolín hacia el poder y todo hace indicar que así será finalmente. Sin duda, esta vez a los populares les han asesorado bien. Claro, que con el viento tan a favor todo resulta siempre mucho más fácil.