Moncloa llevaba meses esperando el momento. La cita del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, con su homólogo estadounidense, Barack Obama, en la Casa Blanca iba a ser uno de los acontecimientos de la legislatura, una de esas fotos que ocuparía un lugar preeminente en cualquier recopilatorio de los que se harán cuando la etapa del gallego al frente del Ejecutivo concluya. Llegaba en buen momento, en pleno punto de inflexión para la economía española, hecho que el propio Obama reconoció con unas palabras que superaron a buen seguro la mejor expectativa del gabinete de Rajoy: "El primer ministro español llegó al poder en una época sumamente
difícil para España y para Europa, en lo económico, pero con sus
políticas se han producido avances para el crecimiento, reducir el
déficit y volver a los mercados, gracias todo a su gran liderazgo". Un espaldarazo así de Obama, justo cuando el Gobierno lo está fiando todo a tratar de que cale ese mensaje, era la cosecha soñada.
Sin embargo, como tantas veces pasa en política, lo más probable es que un detalle nimio conocido a última hora sea el meme que se recuerde del acontecimiento, un meme que no favorece en nada, antes bien al contrario, los intereses del jefe del Ejecutivo. Este acudió a Washington con los deberes bien hechos y eligió con criterio los obsequios para su anfitrión: tres facsímiles de obras de cinco siglos de antigüedad (una biografía de Núñez de Balboa, primer europeo en divisar el Pacífico desde la costa oriental; una carta que dicho descubridor envió a Fernando el Católico para informarle del hallazgo; y un mapamundi de la época). Apropiadas, originales y valiosas prebendas a las que Obama correspondió con una caja -personalizada con el logo de la Casa Blanca y firmada por el presidente- de M&M's, las populares chocolatinas americanas. El contraste es tremendo y el efecto, avasallador, deja en muy mal lugar a Rajoy, pues la impresión que se desprende es que al hawaiano le interesaba más bien lo justo entrevistarse con él, mientras para Moncloa era un evento vital.
Rajoy y Obama, sonrientes, reunidos en el ala oeste de la Casa Blanca. |
La anécdota, intrascendente políticamente, tiene un poderosísimo efecto comunicativo capaz de eclipsar cualquier otro aspecto de la reunión. Ya se ha convertido en un fenómeno viral que se expande endiabladamente por las redes sociales y del que informa la prensa tradicional. De estos actos lo que le llega al ciudadano medio -y lo único que recordará en unos meses- son cosas así, como bien sabe Zapatero, quien tampoco tuvo suerte en su visita a Washington en 2009. En aquella ocasión el resultado fue aún peor, pues la celebérrima foto de sus hijas con el matrimonio Obama todavía sigue siendo motivo de mofa en las barras de bar.
Da qué pensar el hecho de que los presentes de Obama vuelvan a ser noticia por lo "cutre" de su naturaleza. Hace unos años no fueron pocos los británicos que entendieron como un gesto despectivo el que regalara un modesto MP3 a la Reina Isabel II (a cambio del cuadro de ésta con el Duque de Edimburgo, tradicional obsequio de la Corona inglesa en las cumbres bilaterales) y una colección de películas americanas al primer ministro, Gordon Brown, en un formato inservible para los reproductores europeos. Brown, en cambio, optó por una primera edición de la biografía de Churchill y un portaplumas tallado en la madera del buque Gannet, gemelo del Resolute -de cuyos restos está hecho el escritorio del despacho oval-. ¿Elige Obama a propósito regalos de poco valor para que contrasten con las estimables prebendas que suelen llevarse a las cumbres bilaterales, tratando de escenificar así quién está por encima de quién? Desde luego, el presidente de Estados Unidos cuenta con los mejores asesores del mundo y podemos estar seguros de que no dejan al azar ni un detalle.