martes, 24 de febrero de 2015

El debate de la despedida


PP y PSOE llegaban a la primera gran cita del año políticamente más decisivo desde la Transición en una situación muy delicada, con las encuestas relegando al primero a guarismos de la época de AP y al segundo a cotas nunca conocidas en democracia. Tras la firma del pacto antiyihadista y los rumores que hablan de una gran coalición entre ambos partidos para evitar que gobierne Podemos tras las próximas generales, la duda estaba en cuál sería el tono de los contendientes, si Mariano Rajoy iba a tender veladamente la mano a los socialistas, si Pedro Sánchez iba a heredar el tono contenido de Rubalcaba en estas citas, si iba a haber algún tipo de entendimiento más allá del inevitable combate dialéctico. Nada de eso.

El discurso matutino de Rajoy, centrado en reivindicar su gestión y hacer un relato pormenorizado de su legislatura, concretando un puñado de medidas destinadas a aliviar la situación de quienes peor lo han pasado en los últimos años, ha estado dirigido principalmente a la masa de la población más centrada y moderada y ha evitado la contienda política, críticas encubiertas a Podemos al margen. El escaso tiempo dedicado a la corrupción ha sido destacado en algunos medios. Estratégicamente, lo consideramos un acierto. Ni Rajoy ni el PP (tampoco el PSOE) deben centrar su discurso en ese tema, sencillamente porque carecen de la credibilidad necesaria. Hasta que la recuperen, tomando medidas y explicándolas, durante mucho tiempo, es un marco que busca y conviene a Podemos, y debe ser combatido con otros frames, el de la recuperación, el del empleo, el de la reforma constitucional o el que sea. 

Todo ese perfil didáctico y profesoral, decíamos, ha quedado enterrado unas horas después. El líder de la oposición ha subido a la tribuna de oradores decidido e implacable. Como si fuera su última oportunidad de consolidarse, y quizá lo era. Desde el primer minuto ha buscado el cuerpo a cuerpo con Rajoy, recordándole los SMS de Bárcenas y espetándole ante su discurso optimista: “¿Usted qué sabe de los españoles?”. La pregunta ha recordado a la que pronunció Rubalcaba en el debate del año pasado (“¿En qué país vive usted?”) pero hasta ahí ha llegado toda similitud.

Sánchez enseña una portada del Financial Times durante su intervención | El País
Sánchez necesita protagonismo ante el crecimiento del partido de Pablo Iglesias, hacer ver que el PSOE sigue siendo la primera alternativa al PP y así se explica el cariz de su intervención. Algo deslavazada e irregularmente interpretada por un orador impetuoso cuyo cerebro iba más rápido que su dicción, Sánchez ha hecho una correcta primera intervención. Más que un discurso ha sido una concatenación de mensajes perfectamente diseñados, pensando seguramente en las radios y teles a través de cuyas piezas se informará la mayoría de la población que se interese por el debate. Nadie ve la sesión entera y en Ferraz lo saben. Además, no ha estado exenta de golpes efectistas como la referencia al “soldado Rato”, las portadas sobre el rescate bancario o la petición al Jefe del Ejecutivo de que “salga del plasma”.

Quizá excesivo en los ataques personales (dando hasta lecciones de inglés al presidente del Gobierno, diciéndole que es “irrelevante” en la UE), todo obedecía a esa misma estrategia de buscar el rifirrafe con Rajoy, de ‘picarle’… que finalmente ha encontrado. El mismo Rajoy que por la mañana lo había obviado, que había señalado a Podemos como rival al hablar de las amenazas a la senda de la recuperación, que incluso en la primera réplica (pese a arrancar con una puya considerable, como acostumbra) desdeñó a Sánchez dirigiendo sus críticas a Susana Díaz y afeando al líder de la oposición su obsesión por escorar el discurso del PSOE para neutralizar a Podemos, ha bajado al barro en el turno final. Para ganar el debate no le valía con recordar el pasado reciente de los socialistas, porque el líder es nuevo, y le ha contestado personalmente, con la energía del indignado ante ataques que considera injustos. La reacción furibunda del gallego ha venido justo después de que Sánchez insistiera con Bárcenas, con la caja B de Génova, un par de minutos hábilmente hilvanados que ha culminado dando donde duele: “Ni la señora Aguirre pone la mano en el fuego por usted”.

La bancada del Grupo Popular aplaude a Mariano Rajoy tras su respuesta a Sánchez. | El País
El presidente del Gobierno no ha aguantado más y en la intervención final se ha ensañado con su rival, insistiendo con sorna en que traía la réplica escrita, que se la habían hecho y además se la habían hecho mal. Le ha dicho que le toma “más en serio que muchos de los suyos”, aunque le cuesta “trabajo”, que “no ha dado la talla”, que está hundiendo a su partido según todas las encuestas y, en respuesta a su pregunta sobre si De Guindos presidiría el Eurogrupo le ha respondido lapidariamente: “el que seguro que no lo presidirá es usted”. Quería hacerle de menos y seguramente se ha pasado de frenada, rozando la descalificación y bregando en una pelea inane e improductiva, ante la que se habrá relamido algún eurodiputado desde Bruselas. El remate ha venido con la frase más contundente que se le haya escuchado en sede parlamentaria a Rajoy: “No vuelva aquí a hacer ni a decir nada, ha sido patético”. Ni en los años de más crispación con Zapatero se le recuerda crítica tan feroz, al tiempo que tan salida del alma. Es de suponer que todo el mundo tiene su orgullo pero ese cruce de reproches es lo que buscaba Sánchez, que lo ha apostado todo a esa carta (ni una propuesta más allá de las promesas de derogaciones, ni una referencia a las medidas anunciadas por la mañana por Rajoy) en la esperanza de ser lo suficientemente duro como para que los suyos no sospechen y no busquen alternativas. Ese tramo final ha sido poco edificante. Seguramente el ganador haya sido Rajoy, en gran medida favorecido por tener la última palabra, pero el tono cuasi barriobajero y el poco empaque de los argumentos de uno y otro en ese punto hacen que los realmente victoriosos hayan sido dos políticos que no estaban en la Cámara: Albert Rivera y Pablo Iglesias.

Ha sido el primer y seguramente último debate entre Rajoy y Sánchez, porque difícilmente los dos llegarán políticamente vivos al próximo. El debate de la despedida, la primera parada del año crucial, con tono mitinero y numeroso protagonismo del escenario que empezará a calibrar la medida de los cambios que se avecinan: Andalucía. De la banderita de Manolo Pezzi, mejor no hablar.

1 comentario:

  1. Bastante poco edificante sí. Luego R10 les ha dado unas cuantas vueltas..

    ResponderEliminar