Finalmente, el Gobierno ha decidido pedir autorización al Congreso para prorrogar el estado de alarma. La razón es que no se fía de los controladores, teme nuevas espantadas como la del pasado puente de la Inmaculada y asegura que la única manera de garantizar el correcto funcionamieno del tráfico aéreo en Navidad es mantener a los controladores militarizados. Es decir, que no se ha producido avance alguno en las negociaciones y el conflicto entre AENA y los controladores aéreos sigue tan vivo como el primer día. Así que el Ejecutivo sigue en manos de este colectivo, a quien solo puede meter en vereda con la ampliación de esta excepcionalidad legal que nos deja al margen de la normalidad constitucional.
Se le resiste este hueso al Gobierno, continúa la pesadilla y lo que en un primer momento parecía la oportunidad soñada para llevar a cabo toda una demostración de fuerza y salir reforzado de la crisis, corre el riesgo de convertirse en otro hándicap más para un Ejecutivo que no gana para disgustos. El conflicto sigue sin solucionarse y cada día que España pasa en estado de alarma como medida preventiva es un día en el que la debilidad del Gobierno se hace un poco más evidente, incapaz de ver una solución, incapaz de arreglar el problema sin sacar a los coroneles de la torres de control.
El ministro de Fomento, José Blanco, y el presidente del Gobierno, José Luis Rguez. Zapatero |
No le viene nada bien al Gobierno la situación y sin embargo la prorroga. Un Ejecutivo que no se caracteriza precisamente por su militarismo no prescinde del Ejército para mantener a raya a los controladores. No puede. De ninguna manera puede. Los partidos minoritarios de izquierda (de quienes ya tiene el "no" a la ampliación de la alarma garantizado) no paran de recordárselo, de martillearle con que se supone que defiende ciertos principios y sirve a ciertas ideas y causas y sin embargo actúa de manera totalmente opuesta. Por el otro lado son menos duros, le apoyan en su política de firmeza pero tampoco escatiman en críticas a la falta de previsión, a la falta de recursos y a la incapacidad de desatascar el maldito conflicto con los controladores. La semana pasada en el Congreso, Zapatero se esperaba una sesión más o menos amable, muy institucional y de pocos sofocos. Pasó lo contrario. Tras explicar el presidente las causas que le llevaron a declarar por primera vez en nuestra reciente historia democrática el estado de alarma (de manera convincente, con un discurso bien articulado y muy conseguido), el resto de partidos se le lanzaron al cuello. A las durísimas críticas de los partidos de izquierda se unieron las más moderadas de CiU y PNV (que le apoyaron pero no dejaron de acusarle de gestionar mal este tema) y el golazo por toda la escuadra que Mariano Rajoy le metió al triunvirato Zapatero-Rubalcaba-Blanco cuando parafraseó al segundo para calificar al tercero de "inútil total con ciertas dosis de caradura". Y todo ello sin que se pueda decir que fue el líder del PP quien pronunció tales palabras. Jugada redonda. El presidente no supo responder.
El Partido Popular, por su parte, se ve ahora en una gran encrucijada de la que hay que ver cómo responde. A esta hora nadie sabe si los de Rajoy apoyarán la prórroga del estado de alarma, se abstendrán o se opondrán. Dicen que esperarán a que el Gobierno explique las causas que según él lo justifican así como lo que ha hecho durante estos once días para tratar de solucionar el conflicto y, a la luz de ello, actuar en consecuencia. Lo cierto es que en el PP están convencidos de que si la situación fuera al revés, si ellos gobernaran y hubieran decretado la alarma, el PSOE jamás les hubiera apoyado. Lejos de eso, creen que los socialistas hubieran aprovechado para asociar a los populares con lo antidemocrático, lo autoritario y lo militarista. Por otro lado, saben que la opinión pública está mayoritariamente en contra de los controladores y del lado del Gobierno y esperan la mayor firmeza posible contra un colectivo que ha causado semejantes daños con tan pocos motivos. Y no pueden ir contra una corriente tan mayoritaria sin quedar mal, sin ser impopulares en su decisión. De manera que tienen que elegir entre apoyar al Gobierno a cambio de nada o ir en contra a cambio de dejarse un buen jirón de popularidad entre el electorado. Difícil papeleta que probablemente se resuelva durante la misma sesión del Congreso en la que el Gobierno pida la prórroga. Estaremos atentos.
No hay motivos para prorrogar el estado de alarma. Los controladores ya han dicho que no volverán a la huelga y no puede tolerarse esta situación de forma preventiva, por si las moscas. No. Las cosas no se hacen así.
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