martes, 15 de octubre de 2013

Rajoy, ¿presidente de un solo mandato?

"Cuando la gente cree que te estás muriendo, en realidad ya llevas tiempo muerto". Esta sentencia que pudimos escuchar en un episodio de Boss -recomendable serie, pese a sus altibajos- resume a la perfección una de las máximas incontrovertibles de la política: cuesta un mundo ganarse la confianza del electorado y muy poco perderla; y, cuando la pierdes, ya es prácticamente imposible recuperarla. Al llegar a lo más alto, a la jefatura de un Ejecutivo nacional, el desgaste suele ser inevitable y la acción de Gobierno, con los años, va pasando factura, favoreciendo la alternancia en el poder. Puede haber excepciones, claro, y para evitarlas basta con limitar los mandatos por ley -como en Estados Unidos- o por costumbre -como en España: tras el ejemplo de Aznar y Zapatero, parece improbable que un presidente pueda durar ya más de ocho años-.

Sin embargo, la pérdida de la hegemonía por parte de un partido y su líder suele comenzar en la segunda legislatura. Lo normal tras ganar unas elecciones generales es consolidarse y seguir creciendo, logrando con relativa facilidad la reelección, ya que no es tan fácil que la gente cambie su adhesión. En nuestro país, el proceso suele culminarse con la inmolación del presidente de turno que, aquejado de lo que dio en llamarse síndrome de la Moncloa, se encierra en sí mismo, se niega a escuchar a nadie y toma las decisiones por libre, sin reconocer error alguno. Sin embargo, lo que ahora está ocurriendo es absolutamente novedoso: Mariano Rajoy logró en noviembre de 2011 la victoria más contundente en la historia del centro-derecha español y, apenas tres meses después, comenzó a perder masivamente apoyos, hasta llegar a la situación actual. Las encuestas -el último CIS; la última de Metroscopia- sitúan hoy a su partido 10-12 puntos por debajo que hace dos años, algo imposible de revertir a corto plazo. ¿Cuáles son las causas? Creemos que fundamentalmente tres:

Rajoy, en la imagen junto a Cospedal, ha sufrido un gran desgaste en tiempo récord. | EFE
1) Rajoy no ganó las elecciones por su carisma ni por su liderazgo, tampoco porque el proyecto de su partido generara una ilusión desbordante. Se impuso por la tremenda descomposición de su rival, el PSOE de Zapatero y Rubalcaba, que experimentó un hundimiento espectacular del que veremos si algún día se recupera. Así las cosas, la única alternativa era el PP, a quien ayudó el hecho de ser recordado como el partido que salvó la anterior crisis económica y el gran logro de seguir aglutinando a todo el centro-derecha bajo su paraguas en 2008. La inercia determinó el resultado. Sin embargo, una victoria así tiene el gran punto débil de que se logra por deméritos ajenos más que por méritos propios y si a corto y medio plazo no cumples las expectativas, la fuga de apoyos será inexorable. El millón de personas que en tres años pasó de votar PSOE a votar PP -otro hecho inaudito en nuestra democracia- era potencialmente infiel.

2) El Gobierno del PP desarrolló desde su primer Consejo de Ministros un programa que poco tenía que ver con el que concurrió a las elecciones. Esto supone perder credibilidad a chorros, sobre todo cuando no eres capaz de diseñar un discurso que explique con claridad por qué haces lo que estás haciendo. No tienen más que charlar con cualquier simpatizante o militante del PP: están huérfanos de argumentos, de relato, de respuestas. Estos le seguirán votando, claro, pero difícilmente podrán sumar adeptos en estas circunstancias. El PP está desaprovechando el enorme potencial de tener 700.000 militantes a la par que pierde crédito.

3) El sistema político español está en crisis. La devaluación de todas las instituciones y el progresivo desapego de los ciudadanos hacia ellas es palpable y continuo desde hace años. En los últimos meses se ha pronunciado aún más y los grandes perjudicados por ello son los dos grandes partidos, hacedores principales del sistema que tenemos y que tantas críticas genera. PP y PSOE pierden fuerza por esto, en favor de las opciones hasta ahora minoritarias y de la abstención. Ambas plataformas, que no hacen nada por adaptarse al cambio de paradigma, apenas superarían hoy el 60% de los votos, frente al 73% de 2011 o el 84% de 2008.

¿Tiene margen de maniobra el PP? Siempre se pueden hacer cosas. Hoy por hoy sigue siendo el partido que lidera los sondeos y el que gobierna con una cómoda mayoría absoluta. Esta es ya imposible de revalidar y su objetivo debe ser alcanzar el 40% de los votos, lo que le daría más de 150 escaños y haría muy difícil un cambio de Gobierno. El PSOE, igual o más debilitado que en 2011, tendría que tejer una compleja alianza con muchos partidos muy alejados entre sí para evitarlo. ¿Cómo llegar a esa cota? En primer lugar, presentando un candidato distinto y, en segundo, emprendiendo una campaña de cohesión y movilización de su masa electoral. Se trata de aglutinar los mismos apoyos que cuando Zapatero ganó por segunda vez, ni más ni menos. Rajoy, sin entrar a valorar su gestión ni su capacidad, es ya un político achicharrado, la gente cree que se está muriendo y eso es porque ya es un cadáver político. Si lo asume y deja paso, siempre podrá vender que se sacrificó por España y por su partido, asumiendo el coste de las medidas impopulares que la situación requería. 

Aznar, junto a San Gil el lunes en San Sebastián. | A. Press
El PP necesita un cambio de aires que ilusione a los suyos -para arrebatar adeptos a los demás no hay tiempo- y logre el cierre de filas que necesitan. Los movimientos de algunos de los barones autonómicos y las calculadas reapariciones de Aznar no son casuales, ya hay muchos convencidos de esto. El viento favorable de la recuperación económica que empieza a vislumbrarse puede ser el punto de partida, pero sería un gran error fiar todo a ello. Sus efectos palpables tardarán en llegar y, si siguen sin explicar nada, el efecto será nulo. El encargado de transmitirlo tiene que ser alguien a quien la gente vaya a escuchar, un cartel nuevo y con tirón (analizaremos las distintas alternativas en próximos posts). Rajoy -como Rubalcaba- no da el perfil. Si se empeña en presentarse por cuarta vez, cosa que creemos poco probable, se hará un flaco favor a sí mismo y al PP. Porque parece ya decidido que será el primer presidente español de un solo mandato.


domingo, 8 de enero de 2012

La sorprendente irrupción de Carme Chacón

Prueba superada. Carme Chacón ya es oficialmente aspirante (que no candidata, ni precandidata) a liderar el PSOE. Y cuenta, además, con grandes posibilidades de éxito. Su discurso de ayer sorprendió para bien porque pocos la tenían por una oradora competente, por una persona capaz de conectar con el auditorio, de hacer llegar sus mensajes con claridad. Con una intervención estudiada, ensayada, bien construida y articulada, extraordinariamente bien llevada, Chacón se sobrepuso a los evidentes nervios que tenía en el que fue el acto más importante de su vida política.

Más allá del contenido, lo que importa de este tipo de actos son los detalles, la puesta en escena, el no cometer errores y el ser capaz de colocar dos o tres titulares, ya que poca gente está dispuesta a atender y desgranar los 40 minutos de discurso con que la política catalana presentó sus credenciales. Chacón partía en esta carrera por el liderazgo del PSOE con un hándicap a priori muy difícil de salvar: su lugar de procedencia, un pueblo de Cataluña, y su pertenencia a una rama del partido, el PSC, que pretende diferenciarse y separarse cada vez más del tronco. Francisco Pi y Margall fue el último catalán que presidió un Consejo de Ministros en España (durante poco más de un mes, en 1873), si dejamos a un lado la efímera etapa del militar golpista Dávila Arrondo al frente de la Junta Técnica del Estado durante la Guerra Civil. A nadie se le escapa que un candidato catalán a la Presidencia del Gobierno levantaría no pocas suspicacias y provocaría recelos entre muchos ciudadanos, también en el electorado socialista. Aunque grite cada día "viva España" (como reclamó Bono y como a menudo ha venido haciendo Chacón en su condición de ministra de Defensa) y muestre un claro distanciamiento del nacionalismo. De eso era consciente el equipo de la aspirante y por eso dedicaron grandes esfuerzos a reivindicar su españolía, presumiendo, por ejemplo, de sus abuelos andaluces, castellanos y aragoneses. La lucha contra el estereotipo y los prejuicios motivó también que el escenario elegido para su presentación fuera Olula del Río, el pueblo almeriense de su familia paterna donde pasó parte de su infancia. Como además está situado en la región clave para el Congreso Federal, la que aporta el 25% de los votos, se mataban dos pájaros de un tiro.

Chacón sorprendió con una cuidada y acertada presentación. | 20Minutos.

Del discurso de Chacón destacaron, además de los continuos guiños a Andalucía y al PSA, tres aspectos:

1) La brillante respuesta a la artimaña de su rival, Rubalcaba, de arrebatarle la bandera de las primarias abiertas. Su entorno ya se había encargado de recordar que él fue precisamente quien abortó las primarias la primavera pasada y la aspirante a la secretaría general lo remató con ese "si decimos primarias, hacemos primarias"

2) El ataque al que sin duda es el mayor punto débil del ex vicepresidente del Gobierno, lo difícil que resulta asociar su perfil a la renovación que la gran parte del partido considera necesaria para salir del bache. Su llamada a huir del "inmovilismo" que representaría la opción de Rubalcaba salió en todos los medios.

3) La demostración de que puede ser una solvente líder de la oposición, intercalando entre sus propuestas críticas bien elaboradas a la gestión del Gobierno del PP. Este aspecto seguro que acabó de convencer a muchos socialistas que abogaban por el pragmatismo de elegir, sin entusiasmo, a Rubalcaba por su mejor preparación, experiencia y capacidad.

Chacón sumó ayer a sus dos grandes ventajas (la juventud y el menor grado de identificación con el zapaterismo que su rival) la neutralización del hándicap de su procedencia y la demostración de buenas cualidades políticas. El PSC, Griñán, Barreda, Gómez, Pajín-Puig, López Aguilar e Izquierda Socialista son apoyos suficientes para pensar que tiene grandes posibilidades de vencer. Pero, más allá de eso, la impresión que da es que va hacia arriba y todavía queda un mes para la votación final. Rubalcaba, experto en perder elecciones internas, seguro que ya está nervioso.


miércoles, 4 de enero de 2012

El inquietante inicio del Gobierno Rajoy

Nueve días. Ese es el tiempo que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, tardó en incumplir su mayor promesa electoral y en legislar en contra del precepto básico de la política liberal que él y su partido aseguran defender. El Ejecutivo del PP no solo llevó a cabo la segunda mayor subida de impuestos de la historia (solo Zapatero aumentando el IVA y eliminando la deducción de los 400 euros le superó en volumen de ingresos previsto), sino que emprendió una reforma fiscal progresiva, en la que las clases medias se llevan, de largo, la peor parte. Un tercer factor redondea la jugada: el anuncio de la medida se hizo mediante el populista discurso que tanto criticaban en la oposición: "que pague más el que más tiene". Como muy bien ha expresado David Gistau, Rajoy ha confundido la disposición al sacrificio de quienes le votaron con la disposición a ser engañados.

De ningún modo puede valer como excusa el haberse encontrado con un déficit dos puntos superior al previsto, puesto que ese desfase era algo que en el PP conocían. Contaban con ello desde hace meses, contaban con ello en la campaña en la que prometieron no subir impuestos y contaban con ello en el debate de investidura donde Rajoy anunció que el ajuste sería de 16.500 millones, sin matizar suficientemente que ese solo sería el principio, dado que era muy posible que el déficit público superara con creces el 6%. El hecho de que se haya ensalzado hasta la saciedad lo "modélico" del traspaso de poderes, el que Rajoy y Zapatero hagan gala ahora de una sobrevenida e infranqueable amistad, el que el presidente entrante despidiera al saliente con un generoso "acertó y se equivocó, como todos" o el que se condecore con la Cruz de Isabel la Católica al Gobierno socialista son solo algunos indicios de cuán paniaguado estaba todo y cuán grande fue el engaño pergeñado por los vencedores de las elecciones y por el Ejecutivo saliente, que hasta hace bien poco también aseguraba con inusitada firmeza que se cumpliría el objetivo de déficit, e incluso que había 4.000 millones de margen.

De Guindos, Santamaría, Montoro y Báñez anunciaron las medidas el 30 de diciembre.

La excusa del despilfarro autonómico tampoco vale. No vale para el Gobierno del PP porque su partido controla la mayoría de las comunidades y algo sabría ya de cómo estaban las cuentas hace unas semanas. Y no vale para los socialistas porque el déficit del Estado ha superado en 3 décimas lo previsto y la Seguridad Social ha acabado el año en números rojos pese a que el Gobierno del PSOE esperaba un superávit del 0,4%.

Es obvio que Rajoy y su Gobierno han optado por tomar todas las medidas que creen necesarias desde el primer momento, sin que les tiemble el pulso, con el objetivo de transmitir firmeza a los mercados y a los ciudadanos españoles. Se la juegan en la primera parte de la legislatura sabedores de que una recuperación de la economía a partir de 2013, con un importante ritmo de creación de empleo, calmará al electorado que previamente podría haberse enfurecido no solo por la dureza de esas medidas sino, insistimos en que esto es lo relevante, por el engaño manifiesto del PP. Es obvio que el Ejecutivo acaba de empezar a rodar y goza aún de todo el crédito por parte de quienes le votaron, pero haber arrancado con un gesto así puede precipitar la erosión de esos cuatro ministros que anunciaron las nuevas y del presidente del Gobierno. Este jueves vendrá el segundo capítulo del plan de ajustes, seguramente con privatizaciones y supresión de empresas públicas. Y de aquí a marzo, cuando se aprueben los Presupuestos de 2012 (puede que con una subida del IVA, dando otro revés a la coherencia del PP), será un no parar. Lo del viernes 30 fue solo "el inicio del inicio", como dijo la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, pero de este Gobierno se esperaban profundas reformas de cuyo desarrollo aún sabemos poco. La del mercado de trabajo y la del sector financiero son las que más urgen y en ello están ya Báñez y De Guindos. Si no llegan pronto y no empiezan pronto a desarrollar el programa reformista que abanderaron, su crédito se irá diluyendo. No decimos nada si a ello suman una gestión contraria a la antes defendida, una profunda recesión en el primer semestre del año o las contradicciones, desautorizaciones y multiplicidad de voces que se están produciendo en el seno del Gobierno en este inicio de legislatura.




miércoles, 5 de octubre de 2011

Elecciones 20-N: Tres escenarios posibles

El otro día tuvimos ocasión de departir un rato con uno de los mayores expertos en demoscopia y comunicación política de España, sino el mayor. En la charla salió el tema, como no podía ser de otra manera, de las elecciones generales del 20-N, de lo que creíamos que iba a pasar y de cuál era nuestro pronóstico. El gurú en cuestión planteó tres escenarios como susceptibles de poder darse el día de los comicios. Creemos que es de interés compartir sus tesis con los lectores de La Bitácora:

A- El primer escenario posible es que el Partido Popular de Mariano Rajoy logre más de un 44% de los votos. Ese resultado (que se correspondería con la situación actual) le daría a los populares la mayoría absoluta y el reparto estimado de escaños sería el siguiente: PP, 180; PSOE, 130; CiU, 14; IU, 12; UPyD, 4.

B- La segunda posibilidad sería que la situación se ajustara un poco, el PP descendiera algo en su intención de voto y el PSOE mejorara sus pobres expectativas. El resultado sería el siguiente: PP, 170-174 escaños; PSOE, 140; CiU, 14; IU, 8; UPyD, 4. Esta opción es la elegida por el experto del que hablo. Está convencido que este será el resultado aproximado el 20-N.

C- Un tercer escenario sería el resultante de una bajada importante en las expectativas del PP y una subida considerable del PSOE, algo similar a lo que sucedió en las elecciones de 1996. Si esto se produce el reparto de escaños quedaría: PP, 160; PSOE, 150; CiU, 14; IU, 10; UPyD, 4. En esta situación, Rubalcaba estaría en posición de pelearle la Presidencia del Gobierno a un Mariano Rajoy que necesitaría el apoyo de CiU y probablemente de algún partido más, como UPyD o CC, para poder llegar a La Moncloa.

Nuestra postura está más cercana al primer escenario, creemos que la victoria del PP será contundente y la derrota del PSOE, considerable. Incluso manejamos un cuarto escenario: que los populares ganen aún por más de lo que se prevé y consigan una cifra de escaños cercana a los 190, con un PSOE en torno a los 120 diputados. Es difícil que ocurra pero no creemos que lo sea menos el que la diferencia entre ambos partidos sea de 10 escaños, como pronostica el tercer escenario. Así se lo razonamos al gurú demoscópico, que nos lanzó una apuesta que aceptamos: el resultado final será el segundo; nosotros, apostamos por el primero. ¿Cuál es vuestro pronóstico?

domingo, 2 de octubre de 2011

La 'misión imposible' de Rubalcaba

Este fin de semana se ha celebrado en Madrid el primer gran acto de la campaña electoral de las que serán las undécimas elecciones generales de la democracia. Aunque técnicamente la campaña no empieza hasta 15 días antes de la jornada de votación, la Conferencia Política en la que el candidato del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha desgranado el programa con el que concurrirá a los comicios ha sido, en la práctica, el pistoletazo de salida de la carrera hacia La Moncloa.

La Conferencia era la última oportunidad que el ex vicepresidente del Gobierno tenía de despegar, de empezar de una vez por todas a hacer bueno eso que dio en llamarse efecto Rubalcaba cuando el candidato fue proclamado, de empezar a recortar la enorme distancia que el PP de Rajoy le lleva en las encuestas. El cónclave fue diseñado en Ferraz como la lanzadera definitiva del veterano político cántabro, el colofón a una precampaña agotadora en la que Rubalcaba ha viajado por toda España tratando de marcar distancia política con Zapatero, de crear un perfil político diferenciado del Gobierno socialista, de demostrar que tiene ideas y propuestas para sacar a España de la crisis y, sobre todo, de insuflar ánimos en la decaída moral de los militantes y simpatizantes del partido, que ven inevitable la debacle electoral.

Con el paso del tiempo, se ha ido comprobando que lo que se presentaba como un reto de enormes proporciones era en realidad una misión imposible. Rubalcaba no será el próximo presidente del Gobierno, el PSOE perderá las elecciones del 20-N y Mariano Rajoy ocupará la poltrona de La Moncloa desde el próximo mes de diciembre.  Ninguna duda racional cabe ya albergar sobre esto. A 48 días de los comicios, la distancia del PP sobre el PSOE, según la última encuesta publicada, es de 15,6 puntos. La intención de voto de los socialistas se sitúa en un paupérrimo 31,8%, casi tres puntos peor que el registro que ahora es la referencia para Ferraz: el resultado que Joaquín Almunia cosechó en el año 2.000 frente a José María Aznar. Quedar por encima de ese suelo y superar los 125 diputados que el PSOE obtuvo entonces es ahora el objetivo prioritario para Rubalcaba. Y cada vez parece más lejos de conseguirlo.

Rubalcaba rescató a Felipe en el adiós de Zapatero.
Poco interés tiene, pues, desgranar una Conferencia Política que ha quedado descafeinada por la cruda realidad. Lo más reseñable quizá sea que Rubalcaba  ha recurrido a Felipe González para que sea el "agitador agitado"  de su campaña. Seguramente la intervención de quien ha sido el político español más carismático de la democracia sirviera para alentar a las huestes socialistas, pero poco efecto podrá tener entre un electorado que lo que necesita son nuevas ideas y nuevas figuras. Muchos de los desencantados con el PSOE, ni siquiera vivieron la etapa de González como presidente. En cuanto a las propuestas, no hubo ninguna realmente novedosa e impactante. La sobreexposición a la que Rubalcaba se ha sometido desde julio y el goteo de promesas electorales que ha venido haciendo le dejaban poco margen de maniobra. Más allá de los gestos ideológicos (sacar adelante la ley de libertad religiosa, luchar contra el "nacionalismo rancio" del PP, instaurar por ley la paridad en los Consejos de Administración de las empresas y cerrar las centrales nucleares), las ideas de Rubalcaba han consistido en dar un paso atrás respecto a su promesa de reformar el sistema electoral (ya no imitará el modelo alemán, se limita a abogar por un "modelo preferencial"), pedir un pacto nacional sobre el empleo, y subir los impuestos del tabaco y el alcohol. 

El desánimo y el derrotismo impregnan a un partido que en unos meses ha pasado de tenerlo todo a no tener nada. Hay quien dentro del PSOE ya empieza a contemplar seriamente la posibilidad de no obtener ningún escaño en alguna provincia el 20-N, como Zamora o Guadalajara (en futuras entradas abordaremos esta y otras cuestiones).

Es digno de admirar y de elogiar, en todo caso, el esfuerzo titánico de un candidato que aceptó una misión imposible y se está dejando la piel desde hace tres meses por hacerla un poco menos imposible. Inasequible al desaliento, podemos estar seguros de que Rubalcaba plantará batalla hasta el último día. Aunque se sepa sin posibilidades. "No me voy a dejar ganar", fue su última proclama en la Conferencia Política. Veremos si logra evitar la goleada, algo que sin duda, ya tendría un gran mérito.

viernes, 12 de agosto de 2011

Sobre la visita a España de Benedicto XVI

Por una vez y sin que sirva de precedente, voy a dedicar este blog a un artículo enteramente opinativo, dejando a un lado el estilo interpretativo que desde un primer momento ha regido mi modesto trabajo. Voy a extenderme sobre la visita que el Papa Benedicto XVI hará a Madrid la próxima semana y, más concretamente, sobre la actitud beligerante que parte de la sociedad española está teniendo contra la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud.

Lo primero que quiero señalar es que me sorprende la pequeñez de miras y la miseria moral de los que protestan y, en algunos casos, quieren o como mínimo les gustaría, boicotear la visita del Santo Padre. La JMJ son un acontecimiento mundial de primer orden, que llevan al lugar donde se celebran a cientos de miles de personas, que supone que durante esos días el foco de la actualidad mundial recae sobre la ciudad y el país que acogen el evento, que dinamiza económica y socialmente esa región... Es, en definitiva, una gran oportunidad de estar a la altura, de demostrar que se es capaz de organizar un macroevento de esas características (solo a la altura de las grandes competiciones deportivas, como los Juegos Olímpicos o el Mundial de Fútbol), de aprovechar la ocasión para que el mundo entero admire la capacidad de gestionar un acontecimiento así.

Sin embargo, a determinada parte de la sociedad le pueden más las fobias, la ideología y el radicalismo y prefiere aprovechar la oportunidad para hacer gala de unos ideales que en realidad solo son aversión a una religión, la católica, que es la cuna de nuestra civilización y de la cual se declaran seguidores más del 70% de los españoles. Tengo para mí que es este hecho el que más les revienta, que son incapaces de soportar que cientos de miles de personas (¡y encima jóvenes!) dediquen una semana de agosto a ir a ver al Papa, a confesarse en el Parque del Retiro y a rezar en familia. Subyace de este comportamiento un odio anticlerical que se disfraza de veleidades laicistas, reclamando que no se debe dar ninguna facilidad ni ningún apoyo a un evento religioso, puesto que nuestro Estado es aconfesional y su imparcialidad en estos temas ha de ser absoluta. Olvidan que España es un país, si no católico por esa aconfesionalidad que la Constitución reconoce, sí de católicos y, como tal, debe atender y apadrinar la visita de la cabeza visible de la Iglesia, que además es un Jefe de Estado. Pero, como dije antes, esa responsabilidad de tomar parte no debe venir de la realidad católica de nuestra nación, que también, sino por encima de todo de la extraordinaria oportunidad que se nos brinda de acoger un acontecimiento mundial de primer orden.

El argumento que más (y diría que únicamente) emplean quienes se oponen a que se apoye y financie desde los órganos administrativos públicos la JMJ hace referencia al sensible aspecto económico, sabedores como son de que a los españoles todo lo que sea que nos toque el bolsillo nos pone en guardia ipso facto. Arguyen que la visita papal nos supondrá un coste para el erario intolerable, máxime en el contexto de cuasi ruina económica en que España se haya. Una vez que la organización ha demostrado ya que la financiación del evento correrá a cargo de los jóvenes en un 70% y de entidades privadas en otro 30%, las protestas se han orientado hacia las medidas de logística tomadas por las diferentes administraciones, necesarias para que el acontecimiento pueda desarrollarse. Critican que vaya a cerrarse al tráfico el Paseo del Prado y la Gran Vía (muchos de los que protestan por este particular, por cierto, son los mismos que colapsan las principales arterias de Madrid cuando lo creen conveniente para dar a conocer sus opiniones sobre el sistema), contra la oferta de alojamiento hecha para los cientos de miles de peregrinos que requieren de un techo donde cobijarse durante estos días y contra otras medidas, como el descuento que tendrán en el uso del transporte público de la capital. Italia, cuando acogió en otra ocasión la JMJ, ofreció que lo usaran gratuitamente. Es solo un ejemplo.

Imagen de la última JMJ, ceñebrada en Sidney en el año 2008.

Es curioso comprobar la seguridad y la vehemencia con la que reclaman que no se destine dinero público a financiar el evento. "El dinero de todos", suelen decir cuando lo argumentan. Como si los católicos no fueran contribuyentes igual que ellos, como si la manera de invertir el dinero público dependiera de lo que dice una minoría, porque los no católicos en España es lo que son: una minoría. ¿O acaso pretenden que haya unanimidad para aprobar cada partida presupuestaria? ¿Se imaginan lo que eso supondría? ¿Cuántas de las subvenciones que el Gobierno da a partidos políticos, sindicatos y demás organizaciones gozan de un respaldo popular como el que tendría una hipotética financiación de la visita del Papa? Por poner un ejemplo: en España hay una coalición política que no condena los atentados de ETA ni exige su disolución y que controla 123 ayuntamientos, tiene 1.138 concejales, 7 diputados regionales y 45 junteros, además de presidir una Diputación Foral. Echen cuentas a ver la cantidad de "dinero de todos" que se llevan, piensen a qué lo destinan y, finalmente, calculen el apoyo social que esto puede tener. Luego, busquen en Google a ver cuántas veces se han quejado de ello los "indignados", Europa Laica y demás colectivos que ahora que el Papa nos visita se muestran tan puntillosos con la gestión económica. Ruego compartan conmigo los enlaces que yo no he sido capaz de encontrar.

De lo que no se quejan es de los 100 millones de euros que la JMJ dejarán en nuestro país, ni de los 30 que las arcas del Estado recaudarán directamente por la vía del IVA. Solo se quejan de que las empresas que lo financian tendrán un descuento en el Impuesto de Sociedades. Sobre los números del movimiento 15-M todo lo que un servidor conoce es el dineral que costó limpiar la Puerta del Sol tras su acampada en esa plaza, nada he oído de los beneficios que ha podido generarnos su actividad. Si el Estado financia la Expo, los numerosísimos acontecimientos deportivos que cada año se celebran en España, el desfile del Orgullo Gay y tantos otros acontecimientos que no suponen ni una pequeña parte de la rentabilidad que tendrá la JMJ, cómo no va a apoyar (que no financiar, puesto que directamente no se da ni un duro, conviene no olvidarlo), la visita de la cabeza visible de la religión que profesan la inmensa mayoría de españoles, que además supone ser el centro del planeta esos días y que, por si no es poco, dejará unos ingresos millonarios en nuestra maltrecha economía. Cuánta pequeñez de miras, cuánta miseria.

lunes, 11 de julio de 2011

Una crisis "made in Rubalcaba"

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha procedido esta mañana a comunicar los cambios en su Ejecutivo, provocados por la renuncia de su hasta hoy Vicepresidente Primero, portavoz y ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, a continuar compaginando sus labores de Gobierno y su condición de candidato del PSOE a las próximas elecciones generales. No ha habido sorpresas, y la crisis de Gobierno ha sido un mero ajuste para cubrir las vacantes dejadas por Rubalcaba. Se especulaba con la posibilidad de que Zapatero aprovechara para fusionar o eliminar Ministerios, para dar salida a la titular de Cultura, Ángeles González-Sinde (en la diana por el escándalo SGAE) o al de Justicia, Francisco Caamaño, pero al final todo se ha quedado en eso, en meras especulaciones.

Antonio Camacho
No hay mucha "intrahistoria" (por parafrasear al propio Rubalcaba) tras los nuevos nombramientos, todo ha sido "normal" en una crisis que parece más diseñada por el candidato Alfredo que por el presidente Zapatero. En la reunión monclovita que ayer mantuvieron para ultimar los cambios parece que triunfó el punto de vista rubalcabiano. En Interior se coloca al hasta ahora número dos del Ministerio y secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, hombre de total confianza de Rubalcaba. Se ha optado, pues, por el continuismo para hacer frente a grandes asuntos de Estado (política antiterrorista, inmigración...) y dar la cara ante los posibles futuros avances del caso Faisán, por el que está imputado el que fuera Director General de la Policía y la Guardia Civil, Víctor García Hidalgo, y que investiga un presunto delito de colaboración con ETA por parte de funcionarios de Interior.

José Blanco
En la portavocía ha estado el nombramiento mas inesperado: José Blanco, ministro de Fomento, será a partir de hoy quien asuma la representación oficial del Gobierno. Sonaba más Ramón Jáuregui, titular de Presidencia, para este puesto, pero al final el gallego ha sido el elegido. No solo por inesperado sorprende el nombramiento, sino también porque choca que una persona célebre por sus numerosísimos gazapos vaya a ser la encargada de comunicar y explicar la acción de Gobierno. De hecho, cuando Zapatero ha sido preguntado por los motivos que le han llevado a la designación de Blanco, ha respondido que por encima de todo "la confianza" que mantienen el uno con el otro. Sin duda es importante esta circunstancia, pero no está tan claro que sea suficiente para asumir la portavocía del Gobierno. El tiempo dirá si el ministro de Fomento es capaz de hacer frente con soltura y diligencia a su nueva responsabilidad comunicativa.

Por último, se ha eliminado tras la que en teoría debe ser la última crisis de Gobierno de la era Zapatero una de las tres Vicepresidencias, para subir de rango a Elena Salgado (que pasa a ser la número dos del Ejecutivo) y Manuel Chaves (ahora Vicepresidente segundo). El presidente ha eliminado el invento de las tres vicepresidencias con que sorprendió en la primavera de 2009 y renueva la confianza en la titular de Economía (la "protegida" por antonomasia de Rubalcaba) y en el presidente del PSOE.

Todo normal, como vemos. Pocas sorpresas en una crisis sin cabezas cortadas y con el ascenso de Salgado, Blanco y Chaves, tres hombres de partido y de la confianza de Rubalcaba con los que el candidato se asegura continuar influyendo sobremanera en el Consejo de Ministros pero ya sin el lastre que supone la acción de un Gobierno impopular. Tiene Alfredo ahora las manos libres para ser omnipotente en Ferraz, centrarse en la planificación de la campaña y precampaña electoral y en la preparación de esa conferencia política de septiembre en la que se dará forma al programa con el que se presentará a las elecciones de marzo de 2012... o de noviembre de 2011.